Por José Alameda
Economista
En estas semanas, la política local e internacional de la administración Trump-Vance ha dejado
mucho de qué hablar por parte de otros dirigentes globales.
Desde mi punto de vista como economista y habiéndome especializado en la materia de comercio internacional, me parece que los aspectos de la estrategia de comercio internacional salen de un libro de un sub-realismo mágico perverso que no parece solventar a Estados Unidos como una nación centrada en promover su propio bienestar pero tampoco aquel del resto de la comunidad global.
Debemos reconocer que el orden económico de la postguerra de un mundo bipolar –Estados
Unidos versus la Unión Soviética—se esfumó.
En el tablero del mundo hoy existen potencias como China, Rusia, Europa, Taiwán, India, Corea del Sur, y los llamados BRICS, entre otros, que deben ser socio comerciales de Estados Unidos, en donde impere la armonía y política comercial concertada.
No hay espacio para posturas imperialistas ni tampoco de una actuación histriónica del emperador del mundo, al estilo Napoleón Bonaparte.
Los aranceles si son parte de políticas comerciales de los países siempre y cuando sean
manejados y de concertación global bilateral o multilateral. No son armas de guerra para
hostigar y fastidiar un supuesto enemigo, como es en el caso de un conflicto bélico.
Los aranceles son tributo a las importaciones de los países socios que son pagado, en primera
instancia, por los importadores de Estados Unidos y luego, son transferidos total o
parcialmente, en el precio de la mercancía hacia los consumidores de Estados Unidos.
De ahí, la falsedad del discurso inaugural de Trump que dijo que China ya había pagado miles de millones al IRS federal; no señor Trump, lo pagaron sus conciudadanos del norte.
En el caso de Puerto Rico, la política de la administración Trump-Vance nos comienza costado
recursos pero no parece haber beneficios, por lo menos, al momento. El supuesto beneficio de
un posible retorno de las farmacéuticas de China a Puerto Rico, fue hace más de cuatro años
anunciado por su asesor económico Pete Navarro en Puerto Rico, pero hasta el momento ha
sido un gran cuento de hadas y nada más.
La renuencia de Trump de no aceptar el impuesto mínimo global (IMG) a las corporaciones
multinacionales, nos puede costar $3,800 millones anuales, en la medida que la Asamblea
Legislativa local sigue el camino de Trump.
El estudio preparado por el equipo de Espacios Abiertos (EA) cuantifica en unos $3,800 millones anuales el potencial de ingreso del IMG, planteaba la necesidad de tomar acción antes de enero de 2025 para evitar que ese dinero sea reclamado por otras jurisdicciones.
De otra, Trump saca a EE.UU del Tratado de París sobre el cambio climático y en Puerto Rico,
sospecho que seguirá esta ruta. Según el estudio de la firma de consultoría Estudios Técnicos
realizado para el Comité de Cambio Climático de Puerto Rico, el costo de la inacción para 2050 sería de una pérdida de $379,270 millones en el PIB, de ocurrir un aumento de 2°C sobre los niveles preindustriales en la temperatura global.
Otro asunto es el costo a los consumidores de los aranceles para Puerto Rico. Veamos. Según
las estadísticas de la Junta de Planificación, el volumen de importaciones de Puerto Rico desde
México ($1,122 millones); Canadá ($501.8 millones) y China ($1,002.3 millones).
Trump ha dicho que colocaría un arancel de 10% a todos los países y de 60% a China. De ser así, en estos tres países, el costo para el consumidor local de los aranceles sería $763.8 millones adicionales, lo que equivale a $761 anuales por familia en Puerto Rico. Claro, esto son sólo lo que provienes de estos tres países.
Si se añade Japón y Brasil, serían $212 millones adicionales para unos $211 anuales por familia.
En resumen, la política comercial global de Trump-Vance, la cual intenta hacer a Estados Unidos grande de nuevo, pudiera hacerlos más pobres de nuevo, y en esta agenda parece que no habremos de estar solos.