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Un crimen llamado «la educación en Puerto Rico» 

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Por Dr Edgar León

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La educación en Puerto Rico está en crisis. Más allá de las limitaciones económicas y los problemas de infraestructura escolar que conocemos, hay un problema fundamental que envenena la esencia de lo que debería ser la enseñanza: la falta de un enfoque genuino en el aprendizaje crítico y significativo.

En lugar de cultivar mentes curiosas y pensantes, el sistema educativo ha degenerado en un proceso estéril de memorización y de cumplimiento burocrático, desconectado de las necesidades de los estudiantes y del país. La escuela pública de Puerto Rico es una verdadera pérdida de tiempo para los estudiantes y maestros.

El modelo actual es para programar autómatas de forma deliberada para que no pregunten, que trabajen de forma fácil, sencilla, que sean dependientes, inseguros y sin molestar demasiado al gobierno. Por eso podemos apreciar que la mayoría de los legisladores tienen a sus hijos en las escuelas privadas.

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Hay que estar claros en que no tenemos que descentralizar el sistema, tenemos que eliminar la oficina central y regional de educación pública en Puerto Rico y al mismo tiempo automatizar y digitalizar todas las funciones administrativas que se comen el presupuesto sin control.

El propósito del departamento de educación no es crear trabajos administrativos para cumplir los favores políticos. Esto precisamente es lo que ha creado la crisis de salarios bajos, evitar las permanencias y recorte de pensiones de retiro de maestros. Si se gasta todo el dinero en administradores y puestos auto creados, no sobra dinero para los maestros.

Eso es como tener un hospital y en vez de tener más médicos para curar personas, contratamos más administradores de hospitales que no tienen efecto en los enfermos ni pueden curar a nadie.

 Uno de los problemas más serios del sistema público es que el tiempo lectivo, que debería estar dedicado a desarrollar habilidades esenciales como la lectura comprensiva, la escritura, y sobre todo el pensamiento crítico, se pierde en tareas y responsabilidades ajenas al verdadero objetivo de la educación.

¿Cuántas veces hemos escuchado a maestros hablar de interrupciones constantes durante el día de clases?

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¿Cuántas veces hemos escuchado que los talleres de maestros no sirven, son una pérdida de tiempo que restan tiempo de enseñanza al niño?

¿O de cómo las escuelas se han convertido en centros de servicios múltiples pagos con dinero que viene para educación, más enfocadas en llenar papeles, estar en reuniones y completar referidos que en la enseñanza misma?

Este viejo modelo industrial, que obliga a los estudiantes a memorizar datos para pasar un examen estandarizado diseñado en un país extranjero, ha matado la esencia de la educación. El resultado es un sistema que castiga la creatividad, que inhibe la libertad de pensamiento, corta la motivación y que promueve la obediencia ciega al sistema en lugar de la curiosidad natural del ser humano.

En vez de preparar a nuestros jóvenes para enfrentar un mundo complejo, y en constante cambio, los estamos entrenando a los estudiantes para que sean dependientes, obedientes, con miedo al fracaso, para responder mecánicamente a estímulos predecibles y obsoletos.

Es un crimen hacerle creer a un estudiante que no sirve para nada si no pasa un examen estandarizado que requiere memorización de datos que no va a usar nunca en su vida. La educación es un derecho humano que decide el futuro de una persona. Cada estudiante tiene muchas habilidades innatas y un potencial que debemos descubrir y desarrollar al máximo.

 La situación de Puerto Rico empeora con la estructura burocrática que rodea al Departamento de Educación. La administración central y regional es una carga enorme en crecimiento sin control, compuesta por posiciones que no aportan directamente a la enseñanza del niño.

Esta estructura desarticulada consume recursos que deberían estar destinados a contratar más maestros, mejorar las condiciones de las escuelas, y sobre todo, dar estabilidad laboral a los educadores, quienes son el verdadero corazón del sistema educativo.

¿Cómo llegamos a este punto? Y, más importante aún, ¿cómo resolvemos el problema de una educación muerta?

Primero, es necesario desmantelar la oficina central y regional de educación tal y como está. No tiene sentido mantener una estructura que no contribuye al aprendizaje del estudiante. Debemos eliminar el micromanejo burocrático que asfixia a los maestros y recuperar el verdadero propósito de la educación: enseñar y aprender.

Segundo, debemos cambiar el enfoque pedagógico. Hay que abandonar el modelo industrial de enseñanza, ese que equipara a los estudiantes con productos en una línea de ensamblaje. Los maestros necesitan libertad para enseñar sin interrupciones y sin la carga de tareas administrativas que los distraen de su labor esencial.

Las metas educativas deben ser creadas por maestros de Puerto Rico. Las metas deben ser claras, pero también flexibles. Los maestros deben tener la capacidad de individualizar la enseñanza, adaptándola a las necesidades y potenciales de sus estudiantes.

No deben basar sus evaluaciones en cantidad de puntos y exámenes escritos. Debemos fomentar el descubrimiento, la creatividad, el liderazgo, a que sean emprendedores, la expresión individual y la cooperación entre los alumnos. Solo cuando se promueva la libertad de pensamiento y el pensamiento crítico podremos tener una educación que verdaderamente prepare a nuestros jóvenes para los desafíos del futuro.

El crimen de la educación en Puerto Rico es evidente: hemos traicionado a nuestros estudiantes al negarles un sistema que los valore como individuos capaces de pensar y de cambiar el mundo. Pero la solución está en nuestras manos.

La educación pública en Puerto Rico tiene dos crisis. La primera es una crisis administrativa que hay que automatizar y la segunda es una crisis académica. Necesitamos un cambio radical, que ponga al maestro y al estudiante en el centro, y que elimine las estructuras burocráticas que se pueden automatizar y que hoy en día solo sirven para perpetuar un sistema fallido.

Es hora de darle a la educación el valor que merece. No hay excusas para seguir permitiendo que este crimen continúe.

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